PRACTICANDO SU PRESENCIA

 

Disfrutando de la Persona, de la Presencia y del Poder de

Cristo que Mora en Nosotros

 

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Considere el hecho de Su presencia:

 

“No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5).

 

“No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4).

 

“Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará;

no temas ni te intimides” (Deuteronomio 31:8).

 

“No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu

Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré

con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).

 

“Emanuel…Dios con nosotros” (Mateo 1:23).

 

“He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).

 

En esta presente dispensación, Su presencia adquiere un nuevo significado y una nueva plenitud. Él no solo está con nosotros, sino está en nosotros: “El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:17).

 

Considere el hecho de Su residencia:

 

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas VIVE CRISTO EN

 MI; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me

amó y se entregó a sí mismo por mi” (Gálatas 2:20).

 

“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre

los gentiles; que es CRISTO EN VOSOTROS, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).

 

“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, EL CUAL ESTÁ EN VOSOTROS, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Corintios 6:19).

 

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el ESPÍRITU DE DIOS MORA EN VOSOTROS. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.

Pero si CRISTO ESTÁ EN VOSOTROS, el cuerpo a la verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia” (Romanos 8:9-10).

 

“En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y YO EN

VOSOTROS” (Juan 14:20).

 

Conocer el hecho de Su PRESENCIA y de Su RESIDENCIA es esencial, pero no es suficiente. Los HECHOS de la Palabra de Dios son de vital importancia, pero no nos serán de provecho personal a menos que los reclamemos por fe: “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron” (Hebreos 4:1-2). La fe tiene que afirmarse en los hechos de Dios, para que esos hechos lleguen a ser preciosos y prácticos y personales al corazón.

 

Una cosa es conocer la doctrina, pero otra cosa es disfrutar de la doctrina que conoces. En Apocalipsis 2:1-7, los Efesios conocían la doctrina. Ellos eran teológicamente sanos y sabían discernir entre la verdad y el error. Ellos podían denunciar la enseñanza falsa y los falsos maestros (v.2). Sin embargo, eran culpables de ya no disfrutar de la Presencia personal del Dios que los salvó y que los ama (v.4). Ellos conocían el HECHO de su salvación, pero habían perdido el GOZO de su salvación. Habían dejado su primer amor.

 

“Cultivemos esos tiernos, fervientes e intensos afectos que fueron creados en nuestros corazones cuando primero conocimos al Señor. Que los delicados capullos de nuestro tiempo primaveral sean sucedidos, no por aridez y esterilidad, sino por aquellos dulces racimos que proceden de estar enlazados con la raíz. Pero ¡ay! demasiado a menudo sucede todo lo contrario. La lozanía, dulzura, sencillez, delicadeza y tierno afecto de nuestros primeros días raramente se llevan adelante…Frecuentemente al dar los primeros pasos en la vida cristiana, uno encuentra una profunda armonía, una riqueza de experiencia, una elevación moral que pronto cede el lugar a un frío formalismo o a un mera tesón que defiende un sistema teológico estéril” (CHM, Short Papers on Scripture Subjects, Vol.1, p.217-218).

 

La verdadera sabiduría incluye un corazón lleno de fe, no una cabeza llena de erudición. La erudición es necesaria, pero no es de mucho provecho sin la fe. Esto está bien ilustrado por los sacerdotes y escribas incrédulos descritos en Mateo 2:1-6. Estos hombres estaban teológicamente en lo correcto, pero en la práctica estaban en bancarrota. Se les hizo una pregunta bíblica (“¿Dónde nacerá el Mesías?”) y ellos tenían la respuesta correcta. Ellos interpretaron correctamente la profecía de Miqueas. Su respuesta dio en el clavo. Ciertamente, eran buenos “dispensacionalistas”, porque interpretaron literalmente la profecía. Dominaban los textos de Miqueas 5:2. Y sin embargo, a pesar de todo esto, la verdad de Miqueas 5:2 no les significaba nada. No era real para ellos. No había capturado su ser interior. No quisieron viajar las seis millas hacia Belén para honrar al Salvador cuyo lugar de nacimiento habían señalado  correctamente. Ellos tenían erudición, pero les faltaba la fe. Estaban teológicamente en lo correcto, pero en la práctica estaban en quiebra y eran estériles.

 

Tenemos que saber los hechos de Dios, pero eso no es suficiente. Esto está ilustrado en el capítulo seis de Romanos. Nótese el énfasis sobre saber los hechos de Dios:

 

 

“No sabéis…” (v.3)

“Sabiendo ésto…” (v.6)

“Sabiendo que…” (v.9)

 

 

Todos estos hechos no son de provecho alguno sin el CONSIDERAR del v.11 (contar con esos hechos y apropiarnos de ellos por fe).

 

A. W. Tozer, en la introducción del libro The Christian Book of MYSTICAL VERSE, dice lo siguiente:

 

La palabra “místico” tal como se usa en el título de este libro, se refiere a esa experiencia espiritual personal que era común a los santos de los tiempos de la Biblia y que es bien conocida por multitudes de personas de los tiempos post-bíblicos. Me refiero a los místicos evangélicos que han sido llevados a una comunión íntima con la Deidad por medio del evangelio. Su teología no es menos ni es más de lo que se enseña en las Escrituras Cristianas. El anda por los altos senderos por los que caminaban los antiguos profetas y apóstoles y por los cuales caminaron durante siglos los mártires, reformadores, puritanos, evangelistas y misioneros de la cruz. Se diferencia de los cristianos ortodoxos comunes sólo porque él experimenta su fe en lo profundo de su ser, mientras que los otros no. El vive en un mundo de realidad espiritual. Está quieta, profunda y a veces casi extáticamente conciente de la Presencia de Dios en su propia naturaleza y en el mundo a su alrededor. Su experiencia religiosa es algo elemental, tan antigua como el tiempo y la creación. Es un conocimiento inmediato de Dios por la unión con el Hijo Eterno. Es un saber que sobrepasa a todo conocimiento.

 

CHM se hace eco de este mismo sentimiento:

 

Un hombre puede dedicarse a lo que pareciera ser la obra del Señor; el puede parecer un esmerado estudiante de las Escrituras; un activo, serio y abnegado evangelista; el puede ir a los campos misioneros extranjeros, dejando su país, su familia y su hogar para consagrarse a su tarea; puede hacer todo esto y mucho más y, sin embargo, no exhibir un átomo de verdadera devoción cristiana, simplemente porque Cristo no era su objetivo en todo lo que se estaba comprometiendo. Esto es muy solemne. Podemos ser religiosamente devotos, benevolentes, activos en la obra del Señor, en todos sus departamentos, sea como evangelistas, pastores o maestros, y sin embargo, no tener a Cristo ante nuestras almas. Un hombre puede comenzar una obra que aparentemente puede parecer una real obra de Dios y puede parecer sinceramente dedicado a esa obra, y, sin embargo, al final, resulta que su corazón estaba absorto en la obra, con la total exclusión de Cristo como su objetivo. La verdadera devoción cristiana está englobada en esta breve frase, “para mí, el vivir es Cristo” (Short Papers on Scripture Subjects, Vol.2, p.122).

 

Nada es más miserable que los incansables esfuerzos de un alma fuera de comunión. Podemos estar muy ocupados; nuestras manos pueden estar llenas de trabajo; nuestros pies pueden correr de aquí para allá; la mente puede estar llena de conocimiento, pero si el corazón no está ocupado vivamente con la Persona de Cristo, todo será aridez y desolación en lo que personalmente nos concierne, y no habrá ni pude haber “ríos de agua viva” corriendo para otros (Short Papers on Scripture Subjects, Vol.1, p.142).

 

Es de temerse que hay una pasmosa cantidad de antinomianismo entre nosotros—una licenciosa propagación de las doctrinas de la gracia, sin que tengamos ningún cuidado reverente de aplicar estas doctrinas a nuestra conducta práctica (Short Papers on Scripture Subjects, Vol.1, p.173).

 

La verdad de que Dios que está CONMIGO y EN MI, tiene que ser apropiada personalmente. Tengo que hacer que estos hechos sean míos. Tienen que ser una realidad en mi propio corazón. No deben ser doctrinas a las que damos un mero asentimiento mental, sino que tienen que ser doctrinas que alcancen las fibras más íntimas de nuestro ser. Tenemos que practicar la presencia de Dios y disfrutar de Su morada en nosotros. Como dice el himno:

 

“Vacío, para que Tú me llenes,

Un vaso limpio en Tu mano.

Sin poder, fuera del que Tú me das

Con bondad, junto con cada mandamiento…

Jesús, llena con Tu Espíritu

Los corazones que saben de una total rendición;

Que los ríos de agua viva

Corran desde nuestro hombre interior.

Solo canales, bendito Maestro,

Pero con todo Tu maravilloso poder

Fluyendo a través de  nosotros, Tú puedes usarnos

Cada día y cada hora.”

 

A Abraham se le dijo que practicara la presencia de Dios: “Era Abraham de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1). Abraham debía andar delante del Todopoderoso, es decir, él debía andar estando consciente se Su Presencia y de Su Persona. Dios iba a ser muy real para él, un Compañero siempre presente.

 

Al creyente en Cristo se le dice que practique la presencia de Dios. Tenemos el mandamiento de “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Debemos mantener una actitud de conciencia de Dios y de dependencia de Dios, encontrando en ÉL, en todo tiempo, todo lo que necesitamos.

 

Considera Efesios 3:17-“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones.” Esta es la oración de Pablo en favor de los efesios. El deseaba que esto fuera cierto para ellos. En realidad, Dios quería que esto fuera cierto para ellos. Pero, ¿no es esto cierto para cada creyente? ¿No mora Cristo en nuestros corazones? Por cierto que sí. Si ÉL no mora en nosotros, no somos salvos (comparar Romanos 8:9). Pero la oración de Pablo va más allá del mero hecho de que Cristo mora en nosotros. Cristo mora en nuestros corazones, pero ÉL debe morar en nuestros corazones por fe. La morada de Cristo no es suficiente. El hecho de que ÉL mora en nosotros tiene que ser apropiado por fe. La fe se aferra al hecho y lo hace real. Sin fe, Su gloriosa morada no nos hace  bien. Solo por fe podemos disfrutar de Su morada. Muchos creyentes viven como si no hubiera tal cosa como un Cristo morador. El que mora en nosotros es entristecido y Su poder es apagado.  Nunca se ha realizado la correcta “conexión por fe”. “¡Oh, vosotros de poca fe!”

 

La verdad de la personal Presencia y Poder de Dios en el creyente puede ilustrarse con una linterna (esta ilustración fue usada en un mensaje del Pastor Parsons el 18/6/95). La persona inconversa puede ser comparada con una linterna que no tiene baterías. La linterna ha sido diseñada para funcionar con baterías, pero no tiene ninguna. La batería no está presente. No tiene poder ni energía y por eso la luz nunca se encenderá. Nunca se cumplirá el propósito de la linterna a menos que se obtengan baterías. Del mismo modo, el propósito de una persona no se cumplirá hasta que reciba a Cristo (Juan 1:12). ÉL es la fuente de vida y luz y poder del creyente.

 

Una persona salva puede ser comparada con una linterna que tiene baterías. En esa persona hay una maravillosa Fuente de Poder presente. Las baterías están listas, dispuestas y pueden cumplir con su cometido, pero tiene que tener la CONEXIÓN adecuada. Si no se acciona el interruptor, no habrá luz, aunque las baterías estén presentes. Muchas veces los creyentes no están conectados con el Cristo que está con ellos y en ellos.

 

Es un hecho que Cristo está presente en el creyente. Su poder está disponible. ÉL es “poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20). ÉL es SUFICIENTE para cada SITUACIÓN: “Teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:8). Estamos completos en ÉL (Colosenses 2:9-10). La pregunta es si tenemos o no tenemos la CONEXIÓN y el VÍNCULO adecuado con nuestro Salvador. ¿Es Su Presencia real y preciosa y práctica y personal?

 

Pregúntate a ti mismo. ¿Estoy disfrutando de la presencia de Aquel que me consuela y anima (2 Corintios 1:3-4)? ¿Estoy disfrutando de la presencia de Aquel que satisface cada una de mis necesidades (Filipenses 4:19)? ¿Estoy disfrutando de la presencia de Aquel en quien y por medio de quien puedo hacer todas las cosas (Filipenses 4:13)? ¿Estoy disfrutando de la presencia de Aquel que me guarda por Su poder (1 Pedro 1:5)? ¿Estoy disfrutando de la presencia de Aquel que cuida de mi (1 Pedro 5:7)? ¿Estoy disfrutando de la presencia de Aquel que vive siempre para interceder por mí (Hebreos 7:25)? ¿Estoy disfrutando la presencia moradora de Aquél que me da la victoria sobre el maligno (1 Juan 4:4)? Yo sé que ÉL está conmigo y en mí, pero ¿qué estoy haciendo con esta verdad? ¿Estoy mostrando con mi vida que realmente creo estas verdades?

 

“Cristo vive en mí” (Gálatas 2:20). ¿Es esta solamente una frase para memorizar o es una verdad muy preciosa y muy real? Al vivir cada día, ¿cuán consciente eres de Cristo que mora en ti? Conoces personal y prácticamente al Dios que está contigo y en ti: “A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a ÉL en Su muerte” (Filipenses 3:10).

 

“Lector, ¿tienes fe en Dios? ¿Lo conoces? ¿Hay un vínculo (conexión) entre tu alma y ÉL? ¿Puedes confiar en ÉL en todo? En este momento, ¿estás apoyándote en ÉL conscientemente- en Su Palabra- en Su brazo?” (CHM, Short Papers on Scripture Subjects, Vol.2, p.109).