La Seguridad de la Salvación

 

 

¿Hacia Dónde Estoy Mirando?

 

 

 

 

Una de las razones por las que los creyentes luchan con la seguridad de la salvación, es porque están mirando hacia el lugar equivocado. Un error común es que quitamos nuestros ojos del Salvador y comenzamos a mirar nuestra propia fe o miramos nuestra propia vida. Cuando fijamos la mirada en nosotros mismos, nos desanimamos muy pronto.

 

 

El creyente mirando hacia adentro:

 

 

 

 

Cuando miro mi propia fe, me desanimo. Mi fe parece vacilante. Mientras más miro a mi fe, tanto más empiezo a dudar y a preguntarme: “¿Creo realmente como debo? ¿Es mi fe suficientemente fuerte? ¿Soy realmente un creyente verdadero?” Esto es lo que usualmente sucede cuando quitamos nuestros ojos del Señor y los ponemos en nuestra débil y frágil fe.

 

Otro problema parecido es cuando miro mi propia vida cristiana. Contemplo la manera en que he estado viviendo—mis faltas y fallas y fracasos. Y comienzo a pensar, “¿Cómo puedo ser salvo si vivo así? Estoy tan lejos de ser lo que yo sé que Dios quiere que yo sea. ¿Soy realmente Su hijo?”

 

Pero Dios nunca ha dicho que miremos nuestra fe para tener la seguridad de la salvación. ÉL nunca ha dicho que miremos nuestra propia vida y nuestras propias buenas obras o la falta de ellas. No, Dios nos dice, “Puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe” (Hebreos 12:1-2).

 

 

El creyente mirando hacia afuera:

 

 

 

¡Qué diferente es cuando pongo mis ojos en el Salvador! Mientras más miro, tanto más descubro lo maravilloso que es mi Salvador y lo perfecta que es la salvación que ÉL ha obtenido para mí. “La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Rom.10:17), porque es en la Palabra donde yo veo a mi Salvador y aprendo de Su suficiencia. Mi fe no es maravillosa, sino mi Salvador es maravilloso y es en ÉL en Quien estoy confiando. No estoy confiando en mi fe, no estoy confiando en mis buenas obras, sino que estoy confiando en mi Cristo. No soy una persona con una gran fe; soy una persona con poca fe en un gran Dios. Mientras más pongamos nuestros ojos en el Señor -

en quién es ÉL, en lo que ÉL ha hecho, en lo que ÉL ha dicho—tanto más tendremos esa bendita seguridad.

 

 

La fe no es una cosa complicada. La fe es simplemente mirar a Cristo (Isaías 45:22; Juan 3:14-16). Fe es ver a Cristo tal como Dios lo retrata en Su Palabra. La pregunta no es, “¿Cuán grande es mi fe?” La pregunta no es, “¿Cuán bueno es mi andar?” Sino, la pregunta es más bien, “¿Cuán bueno es mi Salvador?” La pregunta no es, “¿Estoy confiando?” sino “¿EN QUIÉN estoy confiando y en cuál dirección estoy mirando?” En vez de escudriñar desesperadamente nuestros engañosos corazones tratando de encontrar fe, necesitamos escudriñar con gozo la Palabra de Dios tratando de encontrar a Cristo.

 

Spurgeon dijo una vez, “Miré a Cristo. La paloma de paz voló a mi corazón. Miré a la paloma de paz. Se alejó volando.” Lo mismo puede decirse de la fe. Fe es fijar los ojos en el maravilloso Salvador de pecadores. Cuando quito mis ojos de Jesús y comienzo a contemplar mi fe o mi propia calidad de vida, entonces es cuando tengo problemas. Necesito apartar mi vista de mí mismo y mirar al Señor.

 

La vida cristiana debe continuar igual como comenzó: “De la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo (mirando a ÉL con sencilla fe de niño), ANDAD EN ÉL” (Colosenses 2:6). Pongamos nuestra mirada en el amante Salvador y avancemos con toda nuestra confianza puesta en ÉL.

 

 

 

 

 

Se cuenta la historia del apreciado pastor escocés, Robert Murray McCheyne, que desde su púlpito en Dundee solía aconsejar a su gente que si empezaban a tener fastidiosas dudas acerca de su relación con Dios, “Por cada mirada a ti mismo, echa diez miradas a Cristo.” Sano consejo, en verdad. Es siempre el mejor lugar para comenzar.

 

Citado en Living in the Light (1,2,3 Juan) de Sam Gordon, p.60.